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41 recostadas en lujosas camas. La mesa estaba ya servida, frente a ellas, y allí pusieron el incienso y el perfume que antes me ofrecían a mí.

42 »El griterío que se escuchaba era el de una multitud en fiesta. Era la gente que había llegado del desierto, y que estaba adornando a esas mujeres con pulseras y con bellas diademas. 43 Entonces pensé: “Éstos van a acostarse con esas prostitutas. ¡Pero tan acabadas están, que ni para prostitutas sirven!”

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